'GLORIAS DE LA VICTORIA' - CAMPOS: 'EL MONO'
“Quiero dedicarle unas palabras a mi hijo
que seguro me debe estar viendo en vivo. Quiero decirle, papito, hijito mío,
papito no se rindió. Papito está aquí. Y, como él siempre me dice, ¿no? Es una
cosa que él me dice, bien linda, bien bonita que quiero que queden guardadas
para él... No tengas un buen día... ¡Ten un gran día, papá! ¡Te amo, hijo!
¡Dios te bendiga!”
-Ángelo
Campos, arquero campeón con Alianza Lima-
La cita de arriba es un fragmento de la
entrevista que se le hizo a Ángelo luego de la segunda final contra Cristal y,
cada vez que la escucho, no puedo evitar que los ojos se me hagan agua e
imaginar a mi viejo diciendo lo mismo acerca de mí.
Papá siempre me ha dicho que soy su “roble”.
Y, si bien es cierto que no guardo la contextura de uno, él lo dice haciendo
referencia a un árbol que, pese a que el viento muy fuerte sople y el tifón
azote, este nunca se dobla, nunca se cae, nunca se rompe.
Llegado a este punto se preguntarán: ¿Qué
tienen que ver tú y tu viejo con Campos? Pues, es bastante sencillo. El Mono
siempre ha encontrado la fortaleza en tres grandes pilares. Dios, su familia y
su nene, el Chiquimono que, a mí parecer, debe ser la motivación más grande que
hay en su vida. Estos tres grandes motivos de Ángelo, son los mismos que papá
siempre dijo que eran su fuerza y que, al día de hoy, siguen siendo el gran
motor para salir adelante.
Nuestro querido Mono no la pasaba muy bien.
Si bien es cierto que es un excelente profesional, no encontraba la regularidad
deseada. No era titular y, para aquellos que nos tocó jugar, sabemos lo mucho
que desespera estar sentado allí, en la fría banca. Pero, muchas veces, la vida
premia el esfuerzo y la fe con momentos que parecen sacados de una sala de
cine. Y hoy, con mucha seguridad, podemos decir que Ángelo Campos ha vivido un
año de película. Entre grandes atajadas, volar de palo a palo y llamadas a la
selección es que nos toca ver a la mejor versión de un arquero que parecía que
nunca se le iba a dar. Con esto no queremos que ya llegó a su techo, imposible.
Ángelo tiene aún mucho por dar y, si Dios lo quiere, más pronto que tarde,
quizá, lo veamos resguardando el pórtico de algún equipo en el extranjero. De
eso estoy más que seguro porque entre tanto rigor y habiendo perdido tanto,
Ángelo nunca perdió su amor al arco ni su don como atajador.
Parecerá escandaloso, pero ver a Ángelo
agradecer de rodillas tras la primera final, hizo que mi fe crezca, que no me
sienta tan desamparado y creer nuevamente en que el arduo trabajo va a tener
siempre una recompensa. Asimismo, verlos a él y a su Chiquimono enfundarse en
un eterno abrazo tras campeonar, me hizo recordar lo sensible que me pone ver
un abrazo de padre a hijo, me quitó las palabras y yo ahora solo quiero abrazar
a mi viejo, decirle que lo quiero y agradecerle por siempre estar allí para mí.
Ángelo Ademir Campos Turriate, gracias por
tener semejante manera de volver. Siempre saliendo a pecho inflado y mirando al
frente, listo para la guerra. Felicidades, campeón.
Papá, esta es para ti.
Atte. Tu Roble
Por: Leonardo Cusirramos.
Lindas palabras, escribes con el corazón, mi principe.
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