“A LA VICTORIA VOLVEREMOS” Día 2: Negación
Me fui haciendo hincha poco a poco. Me recuerdo a los siete u ocho años
hinchando por Alianza mientras algunos primos lo hacían por los del frente.
Escuchaba los partidos por la radio pues no había cable. Luego, cuando me mudé y
quería ir al estadio, mi hermano me decía “La tribuna es brava y todavía eres
muy chibola”. Aun así, el amor crecía. No pisé Matute hasta que estuve
en la universidad.
Conocí gente con la misma pasión blanquiazul y nos juntábamos para ir a la
tribuna. Primero a oriente, después a sur, norte y occidente. Desde las cuatro
tribunas pude ver al equipo. Fui a todos los partidos que pude, gané
amigos, muchas alegrías, unas cuantas renegadas en la esquina de los amargos;
pero, en general, Alianza Lima me dio mucho en el momento que más lo
necesité.
El último sábado me fui al banderazo con la camiseta del viejito de mi
mejor amigo, fallecido hace algunos años. A pesar de un 2020 malísimo, no
podíamos abandonar en la tarde más importante de nuestra historia. Cuando salió
el bus alcé la camiseta de don Mario y canté a viva voz. “¡Vamos
carajo! ¡Por don Mario, por la hinchada!” Se me hizo un nudo en la garganta.
Seguí al bus por todo Abtao y cuando lo perdí de vista, caminé con
toda la gente hasta llegar a la estación del Nacional. Ahí me quedé hasta
minutos antes de que el partido terminara.
Mientras llegaba la hora crecía la ansiedad. La gente se acomodaba para
escuchar el partido por todos los medios posibles. Llegó la barra y nos pusimos
a cantar. Pitazo inicial. Me puse los audífonos. Pasaron los minutos y llego el
primer gol. “¡PTMR!”
Llegaba más gente, seguíamos cantando. Terminado el primer tiempo todavía
había esperanza: “Nos faltan 45, tenemos que ganarlo.” Iniciado el segundo
tiempo cantábamos junto al tenor. Cuando llegó el segundo gol supe que
esto iba a terminar mal; la esperanza se desvaneció, se veía en la cara de
muchos.
“Don Mario, ¿Qué hacemos?” “Don Mario... ¡DON MARIO!”.
Penal.
“¡VAMOS DON MARIO!”
Caminaba de un lado a otro con lágrimas en los ojos. Si no metíamos esta el
partido se acababa.
Y se acabó.
Luego de unos minutos la gente se volvió loca. Empezaron a mover las rejas
que nos separaban del camino al estadio. El enfrentamiento comenzó y luego de
algunos heridos la policía ganó terreno y todos tuvimos que correr.
Mientras buscaba la manera de regresar a casa veía a la gente con cara de
impotencia y con lágrimas en los ojos.
Yo no sabía qué sentir, no lo podía creer. “Mi equipo se fue. No
me lo creo”
Fue lo primero que pensé cuando abrí los ojos al día siguiente: “Mi
Alianza… No lo puedo creer”. No quise ver ni escuchar nada del partido.
Han pasado dos días. He llorado muy poco. Sé que en algún momento
todo lo que se está acumulando va a tener que salir. Estoy esperando.
Mientras tanto, ya estoy haciendo planes para el próximo año.
Ahorrar el doble, chambear el triple para que todo el fin de semana sea para mi
Alianza.
Quizás, cuando vuelva ver a mi equipo en alguna provincia del país, mis lágrimas
saldrán.
Pero ahí estaré. Si estuve contigo cuando tocaste la cima ¿cómo no estar
ahora, en tu momento más jodido?
Alianza Lima, novio mío: vamos a salir juntos de esta mrda. Es
promesa.
Rita Cristina Pachas Medrano.
(30/11/2020 04:16 p.m.)
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